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Amadeus

La fundación ODA Argentina, publicó en su muro de Facebook, este comentario de Marcelo Valva acerca de la película Amadeus y una de sus partes más dramáticas y bellas, las dejamos aquí para compartir.

Muchísimo se ha escrito acerca de si la película “Amadeus” es una real biografía del genial Mozart o si su historia dio pie a una novela, aunque basada en distintos artículos y libros escritos anteriormente.
Personalmente, no entró a juzgar si el film se ajusta a la verdad histórica. Creo que es una historia novelada de un personaje apasionante que el autor y el director recrean y a la cual han agregado momentos de su invención, mezclado personajes, etc. para presentarnos un Mozart diferente al niño ángel que la historia nos ha presentado. Claro está que muchos han criticado y condenado a esta criatura pero, como lo hace notar Paul Henry Lang, citando al pintor Kokoschka, “Los que le conocen, no lo reconocerán, pero los que no le conocen, le reconocerán muy bien”.
Hecha esta primera aclaración paso a dar mi visión de esos breves minutos que dura este fragmento, los cuales –para mí- son los que más me impactaron, y los que me atrevería a decir- son los más importantes del film, ya que abordan diversas problemáticas del personaje, de la música, y de la vida misma.
Seguramente, el lector tendrá a su mano el video, pero no está mal recordar el episodio. Mozart, en su lecho de muerte, dicta a un asombrado Salieri uno de los números de su Misa de Réquiem, el “Confutatis Maledictis”.
WAM le pregunta a Salieri “¿Cree ud. en un fuego que nunca muere, en el que arderemos eternamente?” A lo cual el éste, después de un denso y breve silencio contesta afirmativamente.
La pregunta y la respuesta obedecen a planos diferentes. Mozart, parece haber sido un agnóstico o un ateo y la duda teológica se le aparece en un momento crítico: sabe que va a morir y quiere saber qué vendrá después. Para Salieri, ese fuego no está tras la muerte. Está en este mundo: Él mismo vive envuelto en las llamas de su mediocridad, opacado por quien en ese momento yace a su lado, moribundo y débil.
Pasemos al momento más importante. Mozart comienza a dictar las partes del coro a una velocidad a la cual Salieri no sabe responder. La expresión de éste es de asombro ¿De dónde le vienen las ideas? ¿Cómo hace para bajar a notas algo que alguien, o algo, parece dictarle.
Este momento nos lleva al romántico concepto de inspiración. ¿Existe realmente esta? ¿Qué oculto resorte hace que un papel en blanco comience a llenarse? Creo que la inspiración no es un estado de semiinconsciencia, un plano diferente de realidad, un mundo de ensueño. La inspiración es una breve idea, un motivo, una palabra, un olor, un acorde, un recuerdo. Y eso parece ocurrir aquí. Nuestr ...o héroe, antes de sacar a luz la primera idea (el tema a cargo de los bajos), es aguijoneado por Salieri, se frusta un breve instante, busca otra vez hasta encontrar la idea central que operará de disparador. A partir de allí todo fluye a una velocidad que Salieri no alcanza a comprender.
Y aquí aparece el segundo componente de la composición: el oficio, la técnica: Compuestas las partes, la orquestación es obvia: los fagotes, contrabajos y trombones doblarán las voces; los timbales y las rústicas trompetas reforzarán los tiempos fuertes tocando las pocas notas que esos instrumentos daban en esa época. Técnica pura. Al decir de Wilde: inspiración más transpiración. (Claro que en este proceso de orquestación aparece nuevamente la iluminación en el genial obstinato a cargo de las cuerdas que refuerza la idea de un fuego que nunca se apaga).
Todo este proceso se desarrolla en Mozart en un instante, el fragmento que dicta ya está resuelto en su mente (¿o en su alma?), su amanuente –también compositor- no puede seguirlo y se desespera porque el proceso creativo sucede a una velocidad a la cual el cuerpo (la mano, el teclado) no puede seguir y donde las ideas son fugaces y la mitad de ellas quedan en el camino.
Los siguientes segundos son también maravillosos: Salieri termina de comprender, anota todo y asombrado exclama “Es maravilloso”, a lo cual Wolfgang desinteresadamente asiente como dándole poca importancia al asunto. Claro, la siguiente idea ya está lista y sólo falta escribirla. No puede esperar, la melodía, la armonía, la orquestación están en su cabeza y pugnan por salir.
Y aquí viene el momento mágico para el oyente. El, hasta ese momento, incomprensible rompecabezas toma forma y escuchamos completo lo que antes se presentaba fragmentariamente. Y este asombro le ocurre también a quienes son intérpretes del hecho musical. Cuando montamos una obra –sobre todo sinfónico coral- escuchamos simples parcialidades, pero en el ensayo general todo se nos revela; comprendemos al compositor, su idea, su argumentación, su genio.
A partir de aquí las cosas suceden mucho más rápido. El director del film ya nos ha mostrado el proceso creativo, la música no se detiene ya más; las cámaras captan las expresiones, las actitudes, las personalidades de ambos, mientras un carruaje se va aproximando. Es su familia que regresa pero al tiempo es la muerte inexorable que se acerca en oscuros caballos y a través de fríos y lúgubres paisajes


Este es el pasaje, que lo disfruten...

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